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Todo era nuevo para nosotros…crónica de un viaje al Vichada

2:30 am: arribo a la terminal de transportes de Bogotá

La fría madrugada bogotana permeaba nuestra piel y nos permitía sentir todo a nuestro alrededor y junto a sus sonidos nos anunciaba el inicio de un nuevo camino. Al encontrarnos dentro del terminal, todo el equipo cerró con una mirada la formalidad del saludo y el equipaje fue tan solo una ligera carga frente a los ánimos y la energía que se sentía en el aire.


Al cumplir la labor logística de la compra de los pasajes, logramos ubicarnos en cada una de las sillas dentro del bus rumbo a Villavicencio. Harold, Andrea, Herminda y yo caímos en un sueño implacable que nos dio la oportunidad de vivir la tranquilidad del viaje. Siendo nosotros el segundo grupo en ir camino al resguardo, nos embarcamos en esta primera parte de la aventura con expectativas enormes y luego de un primer aplazamiento que retrasó nuestra partida por un día, las ansías presentes motivaron sentimientos nostálgicos por lo que se dejaba atrás. Sin más preámbulos, la oscuridad fue el telón de fondo durante los minutos siguientes.

5:30 am: Terminal de Villavicencio; La llegada y la salida.

Al abrir nuestros ojos, sospechamos un amanecer cercano y soltamos nuestra pereza a un lado, para arrojarnos a la promesa de la llegada. Al descender del bus, nos esperaba un peculiar frío y angustia por el paso a seguir. Luego de acomodarnos logramos el consenso sobre nuestro primer desayuno del viaje, el cual se dio luego de ajustar algunos pendientes para acudir a nuestra siguiente parada. Al son de los sabores y los aromas de las arepas que pedimos, logramos cruzar algunas palabras que mostraban nuestro entusiasmo por vivir una nueva experiencia.

Al tomar el taxi rumbo al aeropuerto, el orden y la concentración fueron evidentes, gracias  a esto logramos sentir y disfrutar de nuestras primeras muestras de camaradería, lo cual sería una constante en el resto del viaje. El camino fue indescriptible, todos los paisajes eran nuevos para nosotros, aunque demostraran las semejanzas normales con nuestra cotidianidad.

El arribo al aeropuerto fue tranquilo, logramos ubicar de forma rápida la oficina en donde deberíamos comprar nuestros tiquetes para acceder a la avioneta que nos llevaría hacia el resguardo. Ésta se hallaba fuera del aeropuerto a unos pocos metros de la entrada. Al comprar los pasajes y ser conscientes del peso del equipaje que llevábamos a cuestas al observar el sobre costo, caminamos sin reparo a la zona de abordaje. Allí todo fue un poco más intenso, los mensajes por celular, las sonrisas, la buena energía, todo tomó un matiz dramático que por momentos se aplacó por la espera y el pasar de los minutos. Antes de entrar en el área de espera, algunos disfrutamos la experiencia de la burocracia de un aeropuerto por primera vez, haciendo que todo fuese un proceso alucinante desde el inicio.

Minutos antes de recibir con agrado la noticia del abordaje, el calor, junto a los rayos del sol se hicieron visibles, recordándonos la cercanía con nuestro destino.

7: 45 am: Todos abordo, la avioneta va a despegar

Todo fue distinto en el momento en el que logramos sentarnos dentro de la avioneta, no logramos ser copilotos en el primer intento, lo cual era una meta formada gracias a las ansías que nos había azuzado Álvaro Hernández cuando nos contó sobre sus anteriores viajes al resguardo. Seguramente cada uno sintió de forma diferente ese primer despegue, algunos con la mente puesta en las ruedas, otros en el sonido de los motores o quizá en el aroma a cuero y gasolina que se percibía en ese momento, pero sin duda alguna todos teníamos el corazón palpitando como una señal de rastreo que aseguraba que estábamos a un par de horas de dar nuestro primer paso.

Los paisajes se hicieron presentes después de los primeros minutos de vuelo, el llano es imponente y sus colores, junto a las formas de la naturaleza son una evidencia impresionante de que las riquezas de las naciones no se miden por indicadores de producción formulados desde la visión económica. Así mismo, empezamos a observar los estragos que dejan tras de sí el boom de los agro negocios  impulsados por el modelo neoliberal energético colombiano. Es triste observar la depredación de lo natural, con paisajes formulados, simétricos y óptimos que nos escatiman en su estructura para demostrar que la noción de territorio vista desde la antropología es un mero concepto.

El viaje fue extenuante, el calor y el tiempo sentados sobre aquellas sillas hacían mella. Descendimos y despegamos tres veces antes de lograr nuestra meta de llegar al resguardo. El piloto y la empresa tenían compromisos previos y nosotros éramos el cierre. Luego de cada vacío, de cada suspiro, de cerrar los ojos, las expectativas eran enormes, todos queríamos llegar y empezar a trabajar. Pasadas dos horas y media  ya estábamos a unos pocos minutos del resguardo. Esta noticia nos alentó, la energía retomó nuestros cuerpos y con Harold de copiloto, se multiplicaron las risas nerviosas y los chistes algo flojos. Por fin, observamos la pista y sentimos la emoción del reencuentro.

10:30 am: Bienvenida: Profesionales y amigos

Al descender de la avioneta, el primer grupo de profesionales amigos estaban frente a nosotros, en sus rostros una sonrisa hermosa y energizante nos recibió, para luego robarnos el aliento con un estrechón de manos y un gran abrazo. Sentimos como si hubiésemos llegado a nuestro hogar. Luego de la euforia y la camaradería del grupo de profesionales amigos, nos despedimos del piloto agradecidos por llevarnos en buen término y empezamos a comentar la aventura que habíamos emprendido desde las primeras horas del día. En ese momento también fue una sorpresa recibir el saludo de algunos rostros conocidos dentro del proyecto que inicio en Junio de este año, el profesor Rocky, que estuvo en nuestro intercambio de saberes en la ciudad de Bogotá, nos regaló un abrazo sincero y una sonrisa que consolidaba una amistad que se forjó por los sueños en común con cada uno de los integrantes de Profesionales Amigos.

La sorpresa fue aún mayor, porque luego de una bebida fría, una guitarra y algunas voces, entre cantos y sonrisas, nos dieron una bienvenida más calurosa que el clima. Con un par de acordes propios de las nacientes de la música llanera y con voces afinadas a la misma, las palabras de Bienvenida marcaron el inicio de una aventura que nos llevaría por un sin número de anécdotas que se quedarán para siempre en el corazón y dentro de los sueños de la comunidad y nosotros.

Comienza el sueño…